Japón, el archipiélago de las estaciones
* NOTA: De vez en cuando incluyo un libro que aunque no esté escrito por un autor japonés sí tiene a Japón como protagonista. Ni que decir tiene que tenía que hacerle hueco a este libro de José Antonio de Ory. En plena pandemia, y cuando organizaba su vuelta a España desde Japón, ofreció una espléndida conferencia a través de Casa Asia muy interesante, hablando precisamente de su experiencia en esos cuatro años.
Dividido en ocho secciones, más una breve introducción y bibliografía, este libro en realidad es la recopilación de lo que el autor denomina Crónicas de Japón y que a lo largo de los cuatro años que estuvo destinado como embajador en el país fue enviando a sus amigos por correo electrónico. Buena parte fue publicada en Revista de libros y en Zenda, mientras que la versión libro la completó cuando ya estaba de vuelta en España, un año y medio después de su regreso del país nipón.
Estas ocho secciones de las que hablaba antes aparecen bien diferenciadas (El país del futuro, Ser japonés, Mil mundos, La estética japonesa, Tres ceremonias del té, Cuando una mujer sube la escalera, El territorio, Las estaciones y el tránsito de la vida) teniendo todas ellas un denominador común que todo amante de la cultura japonesa agradecerá: la referencia constante a su filmografía y literatura. De hecho los títulos que cita Ory parecen contarse entre sus favoritos durante lo que él mismo denomina “proceso de comprensión” de la cultura japonesa.
Sí, lo reconoce, reconoce no entender muchas de las cosas que se va a encontrar en esa sociedad que le recibe con los brazos abiertos (un eufemismo evidentemente) y que se muestra tan refinada, sensible, armónica y educada, como distante, fría, deshumanizada y lenta. Pero una sociedad completa que se basta a sí misma, que está orgullosa (insinúa que hasta límites enfermizos) de sí, y que no le importa replegarse (volvería a hacerlo una vez más), cerrarse al exterior, con tal de preservar su historia, sus tradiciones, su idiosincrasia, haciendo primar siempre la colectividad frente a la individualidad. «El clavo que sobresale recibe el martillazo», acostumbran a decir.
Ory describe una sociedad en la que a los niños se les inculca desde muy pequeños la idea de japonesidad como algo fundamental, una sociedad que preserva la armonía social por encima de todo, una sociedad educada y sutil en los gestos, una sociedad a la que le cuesta mucho pronunciar la palabra no, pero que aún le cuesta más pronunciar la palabra sí. Una sociedad curiosa, extraña, alejada de todo y de todos. Sin embargo…
«Es común que todo el que viaja a Japón vuelva impresionado por la limpieza de sus calles, las buenas maneras de la gente, la amabilidad de todo el mundo, las reverencias como manera habitual de interacción social, la honradez, el buen funcionamiento de todo».
Es un libro muy agradable de leer (los capítulos pueden leerse de manera independiente) tanto para quienes no sepan nada de la cultura japonesa y quieran una introducción de primera mano, como para quienes sean conocedores, entusiastas, admiradores o fervientes seguidores. En sus capítulos hay desde crítica social hasta poesía, Historia y anécdotas, artesanía y arquitectura, mucha literatura y mucho cine, y hasta una guía de viaje muy particular: el Tokio favorito del autor, lleno de bares, música, libros, whisky y jazz.
Cuesta elegir entre los capítulos, pero voy a mencionar dos de mis favoritos. Primero el de la ceremonia del té (en realidad tres ceremonias) y esos tres chawan, Shino, Oribe, Raku, como compendio de una cultura cercana a la perfección. Y sorprendente (o quizá no tanto) la referencia al cristianismo, al momento de la eucaristía: acabas viendo un patrón entre una y otra ceremonia, la verdad. Muy interesante este capítulo V aunque uno de los más breves.
«La sensibilidad estética japonesa se refleja en la ceremonia del té más que en ninguna otra cosa. Chanoyu no significa más que “agua caliente para el té”, pero la ceremonia es un proceso ritual complejo que, dice Allen S. Weiss, reúne “pintura, caligrafía, alfarería, laca, carpintería, a rquitectura… (…) y sigue un intrincado protocolo de requisitos que hay que cumplir de modo estricto».
Y por supuesto no puedo dejar de mencionar Territorio Kawabata, un viaje a Kamakura buscando todos aquellos elementos que dan forma a la literatura del escritor. Son los personajes de sus novelas, Komako, Reiko y Koji, Kikuko, quienes acompañan a Ory en este viaje a través de la geografía y la literatura nipona, recordando fragmentos y escenas de películas basadas en sus obras: Mil grullas, Lo bello y lo triste, Kioto, El rumor de la montaña…
«El tren sale del largo túnel y estamos en el país de nieve».
...una belleza de lectura. Nada más que añadir.
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