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«-¿No quieres llevarlo al médico? ¿Por qué?

- Bueno, ¿no te extraña que digan que el niño está enfermo por el simple hecho de disfrutar de hacer cosas sin necesidad de dispositivos digitales?»

Oshiko y la madre de Kopi (en ningún momento conocemos el nombre del personaje) mantienen esta conversación en un futuro distópico (o no) en el que vivir offline se considera un problema. Oshiko, al tanto de todos los avances tecnológicos al alcance de su mano, también lo entiende así. Algo que irá cambiando a lo largo de la historia mientras percibe que “la madre de Kopi” cambia en sentido contrario. Pero la disyuntiva de fondo siempre es la misma: mundo online versus mundo offline

Y cuando Motoya describe ese mundo online lo hace de forma radical (hay un implante para cada necesidad humana) y de modo totalmente transversal, pues la adaptación comienza desde muy pequeños, de ahí que Kopi, al que le gusta jugar con insectos, pintar soles distintos al del resto de alumnos y jugar con su amigo imaginario, sea visto como un bicho raro.

«Kopi, dime, ¿por qué no te gusta jugar con la tableta como a los demás niños?

- Pues porque no, por eso.

-Ya, pero a todos los niños les gustan mucho las tabletas, ¿no?

- Pues a mí me parecen un rollo. ¡Es un millón de veces más divertido jugar con el sabio del espacio!»

Cabe la posibilidad de que en el futuro los seres humanos lean (o lo que sea que hagan) este relato como ya se hizo en el pasado con las novelas de Julio Verne, Orwell, Bradbury o Huxley, y piensen (o quizá ya ni eso) cómo fué posible que fuera escrito.

«-Oshiko, ¿tú no quieres que tus hijas, Hara y Tsumu, vivan como seres humanos de verdad?

- ¿Cómo seres humanos? Eso es imposible – repuso ella sin poder aguantarse la risa.»

El título original de este primer relato es Anata ni osusume no, cuya traducción literal es Recomendado para tí, y que describe mucho mejor que el título escogido en español, Selección natural, la sociedad descrita por la autora. Una sociedad aborregada, ensimismada en sus aparatos y aplicaciones, convencida de que no se puede cambiar el sistema educativo impuesto, ignorante de que su humanidad ha sido aniquilada y feliz con su dependencia online… ¿Esto no resulta tremendamente familiar? Pero ya se sabe que los humanos somos los únicos animales que creamos problemas para poderles buscar soluciones después.

El segundo relato, Mis eventos, tiene como protagonistas a un matrimonio, Katsuyuki y Harimi, que vive en un bloque de viviendas a las afueras de Tokio y que ve como su apacible (por definirla de algún modo) forma de vida se ve trastocada por la llegada de unas lluvias torrenciales que amenazan con el desbordamiento del río cercano. Si a la mezquindad hubiera que bautizarla, sin ninguna duda se le impondría el nombre de Katsuyuki. No se puede esperar gran cosa de alguien que colecciona fotografías de desastres naturales. ¡Vaya personaje!

«Tras calcular que el joven todavía no sa habría subido, le dio adrede para que bajara vacío. Se marchó rebosante de alegría al lograr evitar que otra persona usase el ascensor que él había llamado».

Sí, papá, como le llama su mujer, es un dechado de virtudes. Pero… la justicia cósmica, el karma, se transformará en unos vecinos insidiosos, zafios y maleducados a los que su mujer Harimi ofrece cobijo.

«-¿Cuántas veces tendré que decirte que no es una molestia para que lo entiendas? En los momentos difíciles estamos para ayudarnos. Por favor, como si estuvieseis en vuestra casa. Venga, niños, poneros las zapatillas de estar por casa. ¿No las visteis ahí colocadas? No os dé reparos y ponéroslas».

Un conejo (pobrecito mío, angelito), el modo de deshacerse de él, las lluvias torreciales, una cena en familia, pero sobre todo la mala baba de alguien como Katsuyuki, complican una situación que desde el principio se intuye que no puede más que acabar fatal… Un drama grotesco repleto de humor negro. 



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