La península de las veinticuatro estaciones

 


La palabra nijūshisekki se emplea para definir las veinticuatro divisiones del año solar, y aunque el origen es chino, Japón lo lleva utilizando desde el siglo VI adaptándolo a las estaciones japonesas. Esos veinticuatro períodos son más precisos a los cambios del sol y la luna que las cuatro estaciones que nosotros manejamos. Cambios imperceptibles (o no, a poco que uno esté dispuesto a apreciarlos) que pueden definir hasta 72 microestaciones. Este libro hace referencia a ese concepto y a esos pequeños cambios como un aroma, un cambio en el viento, o la primera escarcha. 

"Hasta hace un mes vivía en un apartamento junto a la bahía de Tokio". "Llegué a este paraje nada más terminar el equinoccio de primavera. Había decidido tomarme un descanso, aún no sabía si de seis meses o de un año entero".

La narradora cuenta su vida en una pequeña cabaña situada en la península de Shima, en la Prefectura de Mie, un entorno plagado de ciénegas, orquideas, árboles e insectos. Su día a día, las anécdotas de las que se va acordando de su vida en la gran ciudad, de su trabajo, sus amores, su madre...

"Las cuatro estaciones marcan el ritmo de nuestra vida cotidiana; más bien, las veinticuatro estaciones. Todo cambia, todo pasa. No es el hombre el que añade o resta, sino la naturaleza". 

Es ella, la naturaleza, la que marca su ritmo de vida, y el ritmo de los demás habitantes de la península. Gente que llegó para vivir de otro modo, más lento, más natural, más humano. Forman una familia aunque no lo sean, aunque cada uno tenga su casa, su huerto, sus problemas... Es tan sencillo vivir allí... Si, a pesar de todo, porque no existe la perfección y es bueno saberlo. Un vecino le da miel, el otro verduras, es fácil encontrar montones de setas, frambuesas, lapas en la costa. Es puro divertimento vivir en plena naturaleza, en total libertad, disfrutando de las estrellas, descubrir una zona prácticamente vírgen, contemplar el vaiven de las olas, comer, dormir, levantarse cuando sale el sol... ¿Y la soledad? ¿No está demasiado aislada?

"...una mujer de Osaka se vino a vivir aquí, pero en menos de un año se marchó. Dicen que le daba miedo la serenidad del pueblo.

- No sabía que se pudiera enfermar a causa de silencio.

- Debía de sentirse muy sola".

Una vida así no es para todo el mundo, por eso disfruta el momento hasta que llegue la hora de partir de nuevo. Mientras contempla las libélulas durante la visita que le hace su madre: 

"Una muy pequeña se acerca a la cara de mi madre, de pie en la terraza, rozándola casi, para luego apagarse de súbito. ¡Cómo pueden desplegar tal serenidad, cuando viven apenas dos semanas!"

O las estrellas desde la terraza:

"Uno de mis placeres nocturnos tras encender varios inciensos antimosquitos es contemplar desde la terraza el movimiento de las estrellas y de la luna en todas sus variantes. Me echo en la tumbona plegable, despreocupada y, al levantar la vista, siento que una tenue vibración recorre mi cuerpo. ¿Será la rotación de la Tierra? Por un instante, me invade una sensación desconocida, como si me hubiera fundido con el cielo".

Es una delicia de libro, una gozada de lectura que se disfruta página a página sintiendo que estás allí con ella compartiendo la miel, las orquídeas, la sopa de miso y hasta las caricias al gato. Lo sientes tan cercano... Tan solo por el capítulo donde narra la experiencia en la playa desierta a finales del verano ya merece la pena leerlo: es el disfrute de la vida y la libertad en estado puro. 

La península de las veinticuatro estaciones (Inaba Mayumi. Errata Naturae 2023)


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