Lecturas de los rehenes

 


¿Qué tipo de personas son las víctimas de un secuestro? Cuando sucede un hecho trágico cómo que un grupo terrorista secuestre a un número indeterminado de personas para los que vemos las noticias no son más que números. Víctimas si, pero de manera impersonal solemos compadecernos de veinte, cien o tres personas. Daría igual el número de rehenes que nos dijeran, sentiríamos la misma lástima por ellos. ¿Quién hay detrás de cada una de esas víctimas, detrás de cada uno de esos números que anuncian en las noticias? 

Yoko Ogawa les da voz a cada uno de los ocho turistas japoneses que un grupo terrorista, en un país extranjero, toma como rehenes. De esta forma convierte en cercano lo que cada uno de ellos siente y ha escrito para leer en voz alta junto a los demás. ¿Un modo de combatir el tedio de la espera? ¿Una forma de confesión ante un futuro incierto? ¿Un medio de neutralizar el miedo? Con toda seguridad la mejor forma de reafirmarse como ser humano rememorando una vida, un instante de una vida que puede dejar de "ser". Ese instante, ese preciso momento de una vida ni siquiera un terrorista lo puede arrebatar.

Ocho instantes, ocho relatos, nueve en realidad con el que cierra el libro y que pertenece a uno de los miembros del cuerpo de operaciones especiales del Ejército que tomó parte del rescate. Una cama de un hospital y un recuerdo casi sobrenatural; unas galletas, las galletas Eco, que no están muy buenas pero que sirven de lazo para unir a una casera y su joven inquilina; una sala de reuniones en la que lo de menos son las actividades que se organizan porque lo importante es sentirse partícipe de ellas; un peluche, un lirón hibernando, un anciano, una carrera y una muestra de gratitud; un niño solo en casa (si, exactamente como en la película) y una vecina que prepara el mejor consomé del mundo...aunque nada de eso estuviera previsto; una viuda, un recuerdo, un instante y un joven lanzador de jabalina se convierten en un precioso recuerdo por el que merece la pena seguir viviendo la rutina diaria; una mujer joven que se parece a todas las abuelas que sus nietos recuerdan, a esas abuelas que ya no están; un ramo de flores que no se merece, una muñeca que sufre la envidia de un hermano mayor; y por último el recuerdo de un joven que cuando era niño conoció a alguien que hablaba el idioma de los rehenes que ahora trataban de liberar descubriendo la importancia, tanto de las hormigas cortadoras de hojas como de aquellos que cuentan un instante de su vida como si fuera la vida entera. 

Magnífica, no me canso de repetir la facilidad que tiene esta mujer para construir historias, historias completas, redondas, llenas de sensibilidad y poesía, de hechos aparentemente triviales. La imaginación, al servicio de una narrativa hermosísima, consigue centrar la atención en las anodinas vidas de estas personas para transformar un hecho banal en auténtica belleza.

"Tras ser testigo del lanzamiento de jabalina del joven, ya no pude volver a ser la misma de antes. Siempre guardé en mi corazón aquel campo deportivo ovalado y rebosante de cielo azul y calma profunda. Allí, en las gradas, permanece siempre vacío, para mí, aquel agradable banco."

Lecturas de los rehenes (Yoko Ogawa, Funambulista 2016)


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