Pájaros del crepúsculo
Pero la vida, antes y después de ese parte de fin de guerra del emperador, continúa y en Kioto decenas de personas afrontan el futuro de un país vencido, pero sobre todo viven una realidad presente que a menudo se les hace insoportable. Tan sólo los niños, tan pequeños como inconscientes, parecen olvidar que otros les han vencido en una guerra que no debió existir.
A través de magníficos personajes como la señor Yasumi que recita una y otra vez el poema que recitan los pilotos kamikazes trastornada por la pérdida de su único hijo, la mujer del sacerdote sintoísta incapaz de amar a su marido porque no es capaz de perdonarle el no tener las mismas convicciones y se transforma en una victima de todos lo que la lleva a chantajear emocionalmente a su hija Saya, o ésta pequeña empeñada en entender como funciona el mundo de los enemigos hasta el punto de estudiar su idioma y su religión, lo que aún le genera más dudas, Matsubara describe esa vida de posguerra llena de sacrificios, penurias, hambre y desesperación sin dejar de mostrar como la tradición japonesa se abre paso poco a poco a pesar de ser un país invadido, denigrado y sometido de manera humillante...aunque con aires de cambio, nueva religión y comida enlatada. Al fin y al cabo los americanos no son esos monstruos de ojos azules que les habían dicho y a pesar de haber ganado parecen humildes y dispuestos a ayudarles.
Es una novela de personajes, sin duda, pero si hay que destacar alguno por encima del resto yo me quedo con el padre de Saya, el Guji, el sacerdote sinto cuyas ideas claras, coherentes, concisas y sabias chocan frontalmente con las de su mujer, anclada en el pasado samurai de su familia, del abuelo Harumi. El sacerdote es un hombre sencillo que duda de que haya verdades absolutas, y que se pregunta: ¿Qué es la dignidad?, sabiendo que un exceso de dignidad mal entendida les ha llevado a una guerra absurda. Las mejores frases son suyas, los mejores diálogos son los que tiene con su hija (quizá muchos de ellos estuvieran inspirados en los de la propia autora con su padre, Sumo Sacerdote del Santuario Kenkun de Kioto), sin menospreciar las divertidas y entrañables conversaciones de los tejedores de seda cuando admiten que la única salida de futuro es hacer negocio con el enemigo, abrazar los nuevos tiempos y plantearse un nuevo tipo de sociedad, incluso con democracia.
- La democracia es... en fin, es... la forma en que viven los norteamericanos... comida suficiente... fuertes, ricos, con confianza en si mismos.
Lo mejor del libro está en la parte final cuando Saya se tiene que enfrentar a su padre y a todas esas preguntas que le genera el querer saber más. Más de los norteamericanos, judíos, alemanes, cristianos (¿Si los alemanes eran cristianos qué motivo tenían para matar a los judíos que también lo son?), Dios, Jesús, la Biblia... "El pastor dice que todos los que leen la Biblia son mejores personas" "Los norteamericanos son amables y cariñosos porque son cristianos". El final es una pequeña de once años desconcertada por someter a examen su propia conciencia... y con esto no desvelo gran cosa del libro, lo verdaderamente importante es lo que remueve en el interior. Muy buena lectura.
Comentarios
Publicar un comentario