La mujer zorro y el doctor Shimamura

 


Efectivamente, Christine Wunnicke no es una autora japonesa pero su novela se centra en la curiosa historia de un japonés ilustre (al menos eso le hubiera gustado a él, a día de hoy su figura y su estudio sobre la posesión de zorros en mujeres de una zona remota del Japón en la era Meiji, está prácticamente olvidada. Ni siquiera su madre le tenía en gran estima...al menos eso cuenta la autora alemana) que viajó por Europa, conoció a los más ilustres psiquiatras de la época (Charcot, Binet, Touret...) siendo estudiante becado por el gobierno nipón para atesorar toda la sabiduría europea en el campo de la neurología...o eso creía él.

Por tanto, es una historia japonesa de algún modo y por eso merece la pena que esté aquí. ¿Quién fue Shimamura Shunichi? Graduado en la Escuela de Medicina de la Universidad Imperial de Tokio en 1887, Shimamura estudió psiquiatría con el profesor Hajime Sakaki, quién le envió en 1891 a investigar la oleada de posesiones de zorros en mujeres que tenía lugar en la prefectura de Shimane. Durante su viaje por  Europa continuó estudiando psiquiatría y neurología en Berlín, Viena, y en París conoció a Jean-Martin Charcot un afamado neurólogo francés, fundador de la escuela de neurología del Hospital de la SalpêtrièreA su regreso en 1894, fue nombrado profesor de neuropsiquiatría en la Escuela de Medicina de la Prefectura de Kioto, pero tanto él como su obra apenas son reconocidas.

¿Qué cuenta Wunnicke en esta obra? Una biografía novelada que contiene gran parte de verdad y mucho de mito. Cómo mítica también es la figura de Inari, dios japonés de la fertilidad, y su mensajero Kitsune, el zorro que puede a su vez transformarse en una mujer con atributos mágicos. Shimamura, precisamente, tendrá que aventurarse a viajar al Japón remoto desde su Tokio natal para investigar una serie de posesiones, y hasta allí se desplaza acompañado de un joven que sabe tratar a esas personas a las que se denomina vasijas, recipientes humanos que dan cobijo a entes sobrenaturales, zorros. La misteriosa desaparición de éste joven cuando visitan a Kiyo, la hermosa hija del pescadero, que presenta una clara sintomatología de estar poseída por un zorro (aullidos incluidos) dejará traumatizado al profesor (traumatizado y enfermo, pues a partir de ese momento la fiebre hace acto de presencia en su vida, acompañada de un inusual imán para las mujeres) un trauma que nunca superará y que recordará hasta sus últimos días, enfermo y obsesionado. Un Shimamura que vive rodeado de mujeres: su esposa, su madre, su suegra, y una asistenta de la que no se sabe su origen (¿enferma o enfermera?) y que rememora su estancia en París donde conoce a Charcot, un eminente neurólogo que parece la persona idónea para dar respuesta a la fiebre que le acecha desde su viaje a Shimane. ¿Conseguirá el eminente doctor dar respuestas a sus muchas inquietudes?

El 24 de marzo de 1892, el diario parisino Le Temps publicaba en un artículo un suceso ocurrido durante una de las lecciones clínicas de Jean-Martin Charcot en el anfiteatro del Hospital de la Salpêtrière: una paciente, en estado de hipnosis inducida, creyó ser una mujer oriental después de ver al joven estudiante japonés que acompañaba al doctor. El joven no era otro que Shimamura que, con toda seguridad, no se llevó buen recuerdo de las prácticas de Charcot. Así que, no parece que el francés acabara con las inquietudes del japonés, todo lo contrario.

El Japón de la era Meiji, tan ansioso por aprender, choca de manera brutal con la Europa fin de siècle y ello da lugar a situaciones cómicas, degradantes a veces, sin duda inusuales (como inusual es el final, una genialidad sin duda) que Wunnicke relata de manera magnífica, echando mano de dulzura e ironía para narrar las vicisitudes de lo que bien podría llamarse, si hubiera versión cinematográfica, Un japonés en París.

La mujer zorro y el doctor Shimamura (Christine Wunnicke. Impedimenta, 2022)

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