Lo que vio la criada
El don que posee Nanase es un tanto engorroso, porque leer la mente de las personas con las que vives es, a todas luces, un enorme marrón. Para intentar pasar desapercibida se le ocurre trabajar como sirvienta, así nadie se fijará en ella, al menos eso es lo que ella espera. Sin embargo, el que los demás no reparen en el personal de servicio no impide que ella deje de leer sus mentes, y de ese modo irá recorriendo casas (en algunas no dura mucho dado que es insufrible convivir con el odio que se profesan los convivientes) y en ellas se encontrará con lo peorcito del ser humano en todas sus facetas. Cada una de esas experiencias dará lugar a un capítulo donde la miseria humana en forma de adicción al trabajo, humillación a la mujer, iras y odios enquistados en las familias más perfectas, o la lujuria descontrolada de egocéntrico artista, la llevarán a cometer actos de los que ella no se siente responsable. Es un instinto de supervivencia: ellos o yo, parece pensar, y la decisión está muy clara.
Tsutsui no deja títere con cabeza, no parece gustarle mucho el género humano, porque ni siquiera la dulce, enigmática, y adolescente protagonista Nanase, se libra de ser responsable de las mayores atrocidades (el último relato, Querida mamá, que en paz descanses, es pavoroso). En la sociedad que describe el autor no hay espacio para la ternura, la empatía, la amabilidad, o el amor. Todo es tosco, mediocre, salvaje, indecente, sucio (atentos al relato Cautivos de la suciedad, que literalmente genera arcadas). Realmente sería terrorífico poder leer la mente humana si todos los personajes son como los de este libro, no me cabe la menor duda. El excéntrico Yasutaka Tsutsui lo ha vuelto a hacer, sorprenderme.
Lo que vio la criada (Yasutaka Tsutsui Atalanta 2018)
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